Este fin de semana, he estado con algunos de mis compañeros
de Bellas Artes en un pueblo precioso llamado Villarroya de los Pinares. Fuimos
allí como invitados de unas jornadas de intervención artística que organizan
nuestra profesora y la comarca del Maestrazgo.
Llevábamos preparando nuestras obras y todo lo demás casi
desde el principio del curso, y una vez en harina, todo ha pasado tan rápido que ahora parece solo un
sueño. Pero de lo que voy a hablar hoy no es de eso: de nuestras obras, del
montaje o de la exposición. Nope.
En fin, ¿me acompañas?
La mañana del sábado, fui la primera en abrir la puerta de
la fonda en la que dormíamos y salir a dar una vuelta por ahí. Las noches por
esa zona son bastante frías, incluso en verano, y de las calles empedradas y de la
hierba salía tanta humedad que acabé con las zapatillas empapadas.
Creo que nosotros, en esta visita, hemos sido un poco como
esas zapatillas. Todo el pueblo se ha volcado con nosotros, y al final, así lo
siento yo, la obra más grande que se ha hecho este fin de semana ni ha sido
material, ni tiene la firma de nadie.
De lo que sí que sé hablar... es de las
conversaciones nocturnas, las risas, las pizzas caseras y la tarta de queso.
De los caminos y calles que llevan a ninguna parte, que dan
vueltas, revueltas, que te llevan al sitio del que has partido, que te llevan a
otro que nunca hubieras imaginado.
De las fotos a las cosas olvidadas.
Del decir adiós.
Todas esas son cosas que deben hacerse.
Y pienso que podría pegarme toda la vida así, viajando de
pueblo en pueblo haciendo lo que debe hacerse...
En fin, ahora, todos nosotros tenemos un nuevo hogar
adoptivo. Quizá no regresemos a él nunca, pero no sería grave... en cierto
modo, ya nos quedamos allí para siempre.
Nos vemos en la siguiente entrada ;)
Gracias por compartirlo :)
ReplyDeleteA ti por estar. ^_^
DeleteBonicas las fotos.
ReplyDelete¡Gracias! ^_^
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